Cuando tenía 5 años mi hermana mayor dibujó una muñeca que me cautivó por sus colores y formas. En ese momento fui consciente de que a mí me faltaban unos años para poder dibujar así y esto se convirtió en un reto vital.
Me apasiona el mundo gráfico y me defino como una persona altamente creativa, intuitiva y sensible. Esa es mi razón de vivir: levantarme cada mañana sabiendo que voy a poder dar forma a mis ideas.
En mi historia ha habido muchas Annas, he sido friegaplatos, actriz, dependienta de Zara, escenógrafa, figurinista, camarera, profesora, técnico de luces… siempre los dibujos me han acompañado a todos esos lugares hasta que decidí que “el lugar por excelencia” debía ser rodearme de lápices y colores.
He estudiado el arte desde distintas perspectivas. En Castellón realicé mis estudios de ilustración y diseño, en Barcelona me formé en arte dramático y me especialicé en teatro gestual y títeres. Por eso creo que trato a mis creaciones como pequeñas escenas donde la dramaturgia visual es muy importante, todo lo que aparece tiene un significado.
Hay otra perspectiva artística que influye en mí: la música. Ella es refugio y motor, además tengo una banda de rock progresivo llamada Annacrusa, donde canto y experimento con un sintetizador y un teclado.
Amo la naturaleza en su estado más puro. Me atrapa y a ella me siento conectada. El mundo vegetal, en especial las flores, me hipnotizan. Me gusta fotografiarlas y también secarlas, son pequeños universos de colores y formas.
Mi estilo es ecléctico, me gusta tanto la sencillez como una estampa bien recargada; los colores llenos de vida y el blanco y negro. Aunque mayoritariamente trabajo en entornos digitales, me gusta que mis composiciones tengan matices analógicos, por eso suelo utilizar pinceles que simulan lápices de grafito o carbón.