10 Oct La casa del caracol
Una vez me dijeron que si repetías muchas veces seguidas una palabra, esta perdía su sentido.
Yo estaba lejos de mi casa, poco convencida de estar ahí. Así que empecé a decir en voz alta lentamente: casa, casa, casa, casa.
No me desagradó, así que seguí repitiendo un poco más rápido, casa, casa, casa, casa, casa. Envuelta en una extraña emoción aceleré el ritmo, casa casa casa casa casa casa casa casa, continué más y más, hasta que sentí que, al contrario de lo que esperaba, esta palabra iba tomando una dimensión importante: ¡C A S A!
Ver todoí quería estar, en mi hogar.
Nunca tuve el sueño de una ideal, pero si la necesidad de huir de lugares que no sentía míos. En ellos había intrusos que se apropiaban de mi buena voluntad, y estos, a veces, no eran más que mis propios pensamientos. En otras ocasiones tuve vecinos que escalaron a través del patio de luces para verme desnuda y en otro momento desde mi balcón trasero podía ver enterita la montaña más grande de un país. Pero nada de todo eso me generaba satisfacción. Así que me colgué una cáscara de caracol y empecé a vivir en lugares remotos y variados. Pasaron unos meses, conocí gentes diversas, pasaron años y continué visitando hermosos paisajes intentando dar con la llave para dejar de andar sin rumbo de aquí para allá. Al final lo descubrí.
Mi casa era yo misma ,el silencio, la paz, la alegría. Un espacio libre donde volcar, hacer, deshacer, gritar, reír, si hace falta llorar, trabajar y crear con amor lo que en gana me viniera, sin que nadie ni nada pudiera impedirlo y siempre con la idea de poder aportar al mundo algo mejor. Hecho desde el corazón. Por eso he creado este lugar, porque esta es mi casa.
Aquí puedes entrar, este también es tu sitio, si así lo deseas. Te invito a venir cuando quieras, pues aquí voy estar. Podemos tomar un café, también tengo té, podemos poner algo de música y volar. Te mostraré qué cosas hago, y si te gustan, algunas te las puedes llevar.
Bienvenido/a a casa.
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